Cinco componentes del GMM dimos inicio a la temporada de barranquismo en un clásico de la zona centro peninsular.

El sábado 23 de abril a las 18.00h pusimos rumbo a la población de Poyatos, situada en la serranía de cuenca, la cual nos recibió con tormenta. A las 22.30h llegamos a la zona donde íbamos a vivaquear, justo en el final del barranco, la lluvia ya había parado y nos acercamos a ver como bajaba de caudal. Enfocamos el cauce con los frontales y vimos que bajaba “chocolate”, nos hizo dudar si estaría factible. Con la noche por delante nos fuimos a dormir confiando en que se estabilizara el caudal.

Domingo 24, nos despertamos y enseguida nos acercamos a ver la evolución, estaba turbia pero no “chocolate” como por la noche, así que con más esperanza, desayunamos y dejamos un coche en la salida y con el otro fuimos a la cabecera, al mismo tiempo compartimos impresiones con unos compañeros que también lo iban a realizar,  quedamos que tomaríamos la decisión en la entrada.

Ya en el inicio del barranco el agua estaba cada vez más clara y decidimos entrar, después de haber visto en las reseñas que los mayores aportes de caudal se darían en su parte final, donde no existen dificultades técnicas.


Aproximación: con dos coches, 10 minutos.

Descenso: 3 horas.

Retorno: con dos coches, inmediato.

El barranco se puede dividir en dos partes, la primera más estrecha y con alguna gorga, y la segunda parte desde el rapel de 12 metros más abierta con algún estrecho puntual. Además, cuenta con siete rapeles, siendo el mayor de 21 metros y muchos resaltes a superar. El recorrido se nos hizo muy ameno y lo disfrutamos con el caudal que llevaba, sin tener problema alguno, a resaltar el rapel de poza umbría, aun no siendo de los más altos nos resultó muy estético y con mucho ambiente.

Al acabar, recogimos el coche en cabecera, nos cambiamos, comimos y a las 16.00h pusimos rumbo a Monóvar.

Componentes GMM:

Jose Javier Fuentes

Alvaro Maqueda

Víctor Iván botella

Abel Esteve

Vicente E. Navarro

FOTOS DE LA ACTIVIDAD

 

Crónica Vicente E. Navarro Rozalén